Nace
la tempestad en la espesura,
incrédula,
desciendo
al
manantial de los laúdes.
Te
anuncias alondra
cuando
se acerca tu denuedo.
Aíslas el vértigo sobre el aire
que
deja la orla del perdón, como cítara
que
suena, con el aura de mi paso desolado.
En el
silencio permanece
de tu
barro mi linaje.
Se
erige compasivo,
al
invocar tu nombre,
con un
grito a la esperanza.
Mª Olga Vidal Vidal
(27-04-2014).
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